(1978-1993)
Una
caja de cartón permanece sellada con cinta de embalaje durante 25 años. El
autor la carga en sus mudanzas de una parte a otra del mundo como si fuera una
reliquia de la que le resulta imposible desprenderse. Una noche, después de
recibir el mensaje de un amigo que le pide ilustraciones para una revista
digital, abre la caja y encuentra 25 cuadernos de dibujo. Al hojear los
cuadernos se despliegan frente a él gran cantidad de historias, desde apuntes
de viaje con personajes y paisajes de lugares diferentes (París, Managua,
Copenhague, México, Estocolmo) hasta ciudades y selvas fantásticas, pasando por
escenas eróticas, bosques, plantas, madonas inspiradas en imágenes religiosas,
gatos, desnudos, celdas de cárceles, prisioneros y retratos de amigos o de
desconocidos, entre muchas otras cosas. Con la distancia que da el tiempo, el
autor permanece varias horas hojeando los dibujos como si nunca antes los
hubiera visto, entretenido como si leyera una historieta que describe el mundo
y entusiasmado con una vitalidad cuyos registros emocionales van, como en un
tren andino, del vértigo a la contemplación. Comprende que haber cargado tanto
tiempo esa caja por el mundo ha tenido un sentido y decide publicar los
dibujos. Para ello intercala en el conjunto algunos textos. Surge así un
contrapunto en el cual las historias que contienen las imágenes hallan en la
palabra particulares circunstancias.